
Quise dedicarme a la procura incluso antes de saber qué oficio era ese, qué era un procurador. Dicho así queda algo raro. Pero en esos días era tan sólo un adolescente, y muchas veces, cuando salía de casa, coincidía con una mujer a la que veía de aquí para allá, siempre cargando con una agenda y documentos de un lado a otro, saliendo y entrando de los juzgados. Mucho tiempo después supe que era procuradora. Por razones más que obvias omitiré todo lo referente a ella, pero sí diré que, en el contexto en que la conocí, me encantaba verla. Los antiguos juzgados del Puerto de Santa María estaban en el centro de la ciudad, muy cerca de mi casa. No sabía a qué se dedicaba, cuál era su oficio, tampoco es que pensara mucho en ello, pero por extraño que resulte, me gustaba lo que hacía, me decía a mí mismo que no me importaría trabajar en lo mismo que ella. Por entonces, nunca tuvimos relación alguna ni el menor contacto. No pasó mucho tiempo cuando dejé de verla, y el motivo fue porque cambiaron de ubicación los juzgados, los pusieron donde aún siguen, más de una década después, a las afueras de la ciudad. Aunque ya han anunciado desde el Ayuntamiento que los quieren reubicar nuevamente en el centro de la ciudad.
En mi familia nadie se dedicó al Derecho y yo nunca tuve orientación alguna de ningún tipo ni de nadie. Nunca estuve liagado a la abogacía o a la procura. No provengo de una familia de gente con estudios. Además, a principios de la década del 2000, a todos los chicos adolescentes se nos vendió que la informática, además de ser el futuro (que lo es sin duda) era el camino más idóneo para labrarse un porvenir, era la opción más fácil para encontrar fácilmente un trabajo. Y así es como acabé tomando ese camino y convirtiéndome en Técnico informático.
No pasaron muchos años cuado me di cuenta que ese no era mi mundo, que nunca debí haber tomado esa senda. Me metí a estudiar informática sin convencimiento ni vocación alguna. Muchos jóvenes, al menos los que no tienen las ideas claras y se sienten algo perdidos, cometen ese error. Comenzamos a estudiar algo que dejamos por la poca o nula satisfacción que nos produce. Nos sentimos frustrados. Ese era mi caso, así me sentía yo. Pero me vi aún joven, tan sólo tenía 26 años. Sí, era joven, estaba henchido de ilisuión por cambiar radicalmente de rumbo y, algo muy importante, disponía de medios para adentrarme en esa aventura de empezar desde cero. Es por eso que, tras hablarlo mucho conmigo mismo y con los míos, decidí marcharme a Madrid y comenzar la carrera de Derecho. Años atrás ya aprendí qué es un procurador de los tribunales y por aquel entonces, que corrían vientos de cambio por mi vida, lo tenía claro. Ahora sí, convencido e entusiasmado, comencé un nuevo camino, uno que me llevaría a ser procurador, lo que soy hoy día. Las vueltas que da la vida porque, ahora, me dedico exactamente a lo mismo que aquella mujer que tanta curiosidad me despertaba cuando era adolescente, en aquellos días en los que no sabía bien lo que quería hacer en la vida. La vida…las vueltas que da la vida. Sí porque, ahora, después de tantos años, suelo ver a esa mujer por los pasillos de los juzgados, nos reímos y compartimos charlas de vez en cuando, nos apoyamos el uno al otro y, con mucho orgullo, la llamo compañera.
Me enamoré de la idea de ejercer la profesión de procurador. Para mí, dedicarme a la procura es más que un trabajo, es una meta alcanzada, es algo que me ilusiona ser. Soy feliz por la satisfacción tan enorme que me produce saber que tomé el camino correcto.
«Genial el trato y su manera de trabajar. Me transmitió siempre mucha confianza.»
María José Jiménez Sánchez
